Hace
unos días, en una de las sesiones de la Feria Internacional del
Libro de La Habana, presenté “Magia diminuta: Nanociencia y
Nanotecnología”, un libro de Luis F. Desdín al cual le había
hecho un pequeño prólogo.
El
libro se publicó con grandes esfuerzos de la ACC y la Editorial
Academia. Como es sabido, muchos libros y en especial los de temática
científica, se venden a precios por debajo de su costo de
producción. Sin embargo, no siempre existe un presupuesto para
subvencionarlos. La Editorial Academia, en particular, funciona bajo
conceptos empresariales y publicar un libro que le deje pérdidas
debe compensarse con otros que arrojen ganancias.
La
escasez de textos de ciencia y divulgación científica, que por más
de 20 años es característica de nuestras librerías, contrasta con
el torrente bibliográfico que recibíamos básicamente de la URSS en
los 80. Recuerdo aquellas colecciones como Kvant, con textos capaces
de cautivar a la juventud, motivarlos, despertar en ellos la llama de
la ciencia.
El
ciudadano común probablemente conoce las palabras tempranas de Fidel
acerca de que nuestro futuro está en la ciencia. Muchos, incluso,
están convencidos de ello. Pero el pobre acceso que tienen los
jóvenes a literatura científica y de divulgación, con datos y
explicaciones de descubrimientos y su importancia, hacen peligrar ese
futuro soñado.
La
internet todavía no es una opción para compensar las escasas
publicaciones. El precio de acceso (50 CUP la hora) es demasiado alto
si lo comparamos con el salario medio mensual (600 CUP). Los
estudiantes de la enseñanza media no tienen aún acceso libre en las
escuelas.
La
ciencia ejerce sobre las personas, en especial sobre los jóvenes, la
fascinación de la magia. Y no es para menos. Hace pocos días
conocimos, por ejemplo, que fueron detectadas inequívocas señales
de la colisión de dos agujeros negros hace 1500 millones de años.
Esto fue predicho por Einstein en 1916: eventos gravitatorios
extremos podrían dar lugar a perturbaciones del espacio-tiempo que
se propagarían como ondas.
La
diferencia entre la ciencia y la magia radica en que la magia esconde
la explicación de los trucos. En la ciencia, por el contrario, lo
realmente asombroso y lo que causa la mayor satisfacción es
comprender, es darse cuenta que entendemos la lógica de la
naturaleza.
El
brinco de Einstein de ver confirmadas sus ondas gravitacionales
hubiera llegado a la luna. De hecho le propuso a varias personas
hacer los experimentos, entre ellos el ruso Piotr Kapitsa, un
experimentador genial que a la sazón trabajaba en el laboratorio de
Rutherford en Inglaterra. Kapitsa se negó, aduciendo que los
instrumentos no eran suficientemente precisos. Fueron necesarios 100
años de desarrollo tecnológico para que los instrumentos nos
permitieran sentir las ondas.
Pero
igual nos emocionamos con descubrimientos pequeños. El gran
matemático ruso Nikolai Kolmogorov confesaba que la mayor alegría
de su vida había sido demostrar el Teorema de Pitágoras, a2=b2+c2,
el cual publicaron en el mural de su escuela siendo apenas un niño.
La
magia de la ciencia debe llegar a los jóvenes para que el futuro de
nuestro país sea el vislumbrado futuro de ciencia. Más presupuesto
para libros, más acceso a internet, más conferencias de
científicos, entre otros, son muy necesarias.
Publicado en Radio Metropolitana: http://www.radiometropolitana.icrt.cu/2016/03/02/la-magia-de-la-ciencia/
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